Mujica celebra como "premio de despedida" la vuelta de la izquierda al poder en Uruguay
"Estoy podrido de los periodistas. Pero no es culpa de ustedes", dice José "Pepe" Mujica al abrir la puerta de su modesta casa, para muchos un verdadero "santuario", al final de un sendero de tierra en el campo en las afueras de Montevideo.
Es quizás el uruguayo más famoso del mundo, pero eso no lo inmuta. "No soy ningún fenómeno, soy un tipo común con alguna excentricidad (...) un bicho raro", afirma en una entrevista con la AFP el exmandatario de 89 años, mil batallas y un flamante triunfo: el de su delfín Yamandú Orsi en las presidenciales del domingo que le permiten a la izquierda volver al poder en este país de 3,4 millones de habitantes.
En plena recuperación de un cáncer de esófago que lo tuvo al borde de la muerte, esta victoria tiene "algo de grato sabor de premio de despedida", confiesa el exguerrillero que gobernó Uruguay entre 2010 y 2015 con un discurso anticonsumo y de sobriedad que dejó una huella imborrable a nivel internacional.
Muy crítico de algunos mandatarios de izquierda autoritarios en América Latina que quieren perpetuarse en el poder, Mujica asegura tajante que no va a ocupar "ningún puesto" en la próxima administración del Frente Amplio (FA).
Habla sin prisa sentado en una habitación casi en penumbra donde el tiempo parece detenido. Llaman la atención sus pantuflas gastadas y las viejas medias de lana. Atrás suyo, en la biblioteca, se acumulan libros, recuerdos de viajes, una estatuilla del papa Francisco, una foto de Fidel Castro. En la cocina, al lado, se encuentra su esposa y compañera de vida, Lucía Topolansky.
Pregunta: ¿Qué sintió con el triunfo del Frente Amplio?
Respuesta: Usted está hablando con un veterano que tiene casi 90 años, que ha vivido muchos sobresaltos, entonces, el triunfo me produjo una gratitud, una alegría, y tiene algo de premio para mí, un poco al final de mi trayectoria (...). Tiene algo de grato sabor, un poco como premio de despedida. (...) Ya no voy a ocupar ningún puesto.
P: ¿A qué atribuye su liderazgo?
R: 'En el principio era el Verbo', dice la Biblia. La palabra es un arma formidable, si se usa bien y si, aparte de la racionalidad, sube a las zonas emotivas de los seres humanos. Y a mí la naturaleza me dio, tal vez, parte de ese don (...). El don de la palabra. Y tal vez lo pude perfeccionar.
P: Uruguay es una isla en un mundo de polarización. ¿Tiene miedo de que eso llegue en algún momento?
R: En general las cosas no pasan porque sí. Lo de (el presidente Javier) Milei en la Argentina es una locura. Es una lección de lo que es capaz de hacer con un pueblo la hiperinflación. Una nueva lección histórica. Porque la República de Weimar sucumbió y la gente votó a Hitler por un proceso de hiperinflación. Y Alemania era el país más culto, más cultivado, y el pueblo alemán, desesperado, hizo una barbaridad. El pueblo argentino también ha hecho una barbaridad (...). Los pueblos también se equivocan. Si le pasó a ellos, nos puede pasar a nosotros también.
P: ¿No es momento de redefinir la izquierda en América Latina, donde hay también presidentes como Nicolás Maduro en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua?
R: Ellos no son de izquierda, ellos son autoritarios. Coloco a Cuba un poco afuera porque es otra cosa, porque hace 70 años dijo 'abrazamos la dictadura del proletariado, un partido único' y bueno, es una teoría con la cual se puede discrepar mucho.
P: Usted ha sido guerrillero, senador, ministro, presidente. ¿Qué le falta?
R: Siempre nos quedan cosas en el tintero. Este es un pequeño país, pero dotado de muchos recursos para producir comida. En realidad, producimos comida como para 30 millones. No puede haber gente que pase hambre. Y yo fui presidente. Y no hice lo suficiente.
P: ¿De qué se arrepiente?
R: De eso, de que todavía hay gente que tiene dificultades para comer.
P: ¿Y a nivel personal?
R: A nivel personal, tengo que ser un agradecido. La vida me ha dado muchísimo. Usted va a ver la sencillez con que vivimos con mi vieja. Pero eso no es pobreza. Nosotros filosóficamente somos estoicos. Precisamos poco (...) Estamos viviendo en una época que ha generado una cultura consumista en que la gente subjetivamente tiende a confundir ser con tener.
P: Decía que siente que no pudo cambiar nada, a pesar de haber estado 40, 50 años militando. ¿Siente un poco que la política, que los viejos que hacen política, le fallaron a los jóvenes?
R: No sé si le fallaron a los jóvenes; le fallaron a la esperanza. Porque en nuestra juventud nos equivocamos. Pero teníamos capacidad de soñar. Creíamos que íbamos a construir un mundo mejor. (...) ¿Y los jóvenes qué esperanza tienen hoy de un mundo mejor? Nosotros teníamos utopía, ellos no. No es culpa de los jóvenes. Es culpa de un tiempo ciego, sin respuesta, como el nuestro.
P: Usted será recordado entre otras cosas por legalizar la marihuana. ¿Qué balance hace de eso?
R: La política de droga que lleva el mundo lleva casi 70, 80 años de fracaso. Cada vez se consume más droga. Y no se gasta energía en educar a la gente para que la gente se autocontrole, que es la única cosa que se puede hacer. Y se ha construido un imperio del mal que tiene el poder de corromperlo todo. Porque son dos problemas: la drogadicción y el narcotráfico. El narcotráfico es un veneno para la sociedad.
M. Tschebyachkinchoy--BTZ