Una nueva vida lejos de las bombas para una familia ucraniana en la ciudad alemana de Kronberg
Poco después de la invasión rusa de Ucrania, Katrin Bilger y sus dos hijos decidieron abrir las puertas de su casa cerca de Fráncfort, en Alemania, a una familia ucraniana que huyó de Kiev.
La mañana en que empezó la ofensiva en Ucrania, "mis hijos me vieron en la mesa del desayuno llorando", cuenta Bilger. Pasado el choque inicial, la familia decidió actuar.
"Bastante rápido, los tres, nos dijimos que íbamos a ayudar de todas las maneras posibles", explica esta mujer de 37 años, ejecutiva de una empresa internacional y que cría sola a su hija de 9 años y a su hijo de 10.
Poco después, la familia, que vive en el acomodado municipio de Kronberg, a las afueras de Fráncfort, abrió sus puertas a Tanja Bila, de 40 años, su hija Anastasia y su madre Svetlana, que huyeron de Kiev poco después de la invasión rusa de su país.
"Cuando empezaron los bombardeos, daba terror, no dormimos en toda la noche. Nos dimos cuenta de que teníamos que irnos. Dejarlo todo e irnos", dice Svetlana, de 69 años, que estaba visitando a su hija y a su nieta cuando empezó la guerra.
- Solidaridad -
Katrin Bilger es una de las miles de personas en Alemania que ofrecieron un techo a los refugiados que huyen de la guerra en Ucrania.
Las autoridades dan la bienvenida a esta avalancha de solidaridad ya que gestionar el flujo de llegadas, sobre todo en Berlín, donde llega la mayoría, está siendo difícil.
Unos 240.000 refugiados han llegado hasta ahora, según las autoridades. Pero el número podría ser mucho mayor debido a que no todos se registran al cruzar la frontera.
Dos tercios están actualmente alojados en casas particulares, según datos oficiales.
Aunque la mayoría de los aproximadamente 3 millones de refugiados han encontrado hasta ahora refugio en Polonia, el gobierno espera que su número llegue a un millón en Alemania.
Kronberg, una pequeña ciudad de unos 18.000 habitantes, organizó el alojamiento de unos 400 refugiados, de los cuales unos 80 se quedan en casa de familias, como en el caso de los Bilger.
Desde hace dos semanas, la pequeña Anastasia, de siete años, ha podido encontrar cierta estabilidad junto a su madre y su abuela. Empezó a aprender alemán y a ir a la escuela.
El sábado, prepararon incluso un plato tradicional de sopa y pasta para compartir con la familia de acogida.
- "¿Regresar?" -
Pero Tanja, la mamá, se preocupa por el futuro. "No sabemos cuándo y dónde regresar. ¿Nuestra casa estará en seguridad? ¿Quedará destruida y ya no podremos vivir en ella?", se pregunta.
"¿Tal vez tendremos que quedarnos aquí, aprender alemán y empezar una nueva vida en un nuevo lugar? No lo sé, no tengo idea", reflexiona.
Kronberg organiza regularmente reuniones públicas en el centro de la ciudad para informar a los residentes y reclutar voluntarios.
La municipalidad también abrió un centro donde los residentes pueden llevar donaciones, comida, ropa o medicamentos.
Tanja acude a este punto de recogida varias veces a la semana para ayudar a otros refugiados o recoger ropa para su familia. "Llegamos con ropa de invierno y no tenemos nada para el tiempo más cálido", explica.
M. Tschebyachkinchoy--BTZ