Una tabla de madera, improvisado 'corredor humanitario' en ciudad ucraniana de Irpin
La estrecha tabla de madera está medio sumergida en las heladas aguas del río de Irpin, en Ucrania, después de que 10.000 personas la utilizaron en los últimos días para escapar de los bombardeos rusos en su avance hacia Kiev.
La tabla debe servir para evacuar a todo el mundo, desde mujeres, niños y ancianos hasta perros, carritos de bebé, maletas, bicicletas y heridos en camilla. Incluso han pasado por ella cuerpos enrollados en alfombras.
El puente de hormigón que queda por encima fue destruido deliberadamente por las fuerzas ucranianas.
"Un amigo nos trajo en auto hasta el puente y nosotros lo cruzamos, él escondió su coche y seguirá a pie", explica Tetyana, de 51 años, tras pasar por el tablón.
"En la carretera había disparos por todas partes, pero pasamos por en medio", agrega, tirando de su maleta.
"Me dan mucho miedo estos tiros, me digo que si muero de repente, pues ya está, pero que si acabo herida en las piernas, tendré que trepar para escapar [de los combates] y eso no es nada bueno", explica con semblante tranquilo.
Pero Tetyana y el resto distan mucho de estar seguros.
Todavía tienen que pasar por un talud y un cruce, completamente al descubierto.
La víspera, dos civiles murieron allí. Periodistas de la AFP vieron sus cuerpos, yaciendo en medio de sus maletas.
Ocho habitantes que huían de Irpin fueron abatidos el domingo, incluyendo una familia con sus dos hijos, según las autoridades.
La rapidez es vital, hay que correr y dejar atrás los bártulos más pesados.
- Carritos vacíos -
Así las cosas, la carretera por la que los civiles son evacuados está jalonada de cochecitos de bebé, bicicletas, maletas y hasta carros de la compra. También hay algunas mascotas, errantes, abandonadas por sus dueños.
Pasada la intersección, todavía humeante por los bombardeos rusos, se encuentra Vasyl Povoroznyuk, de 49 años, preparado con su camioneta blanca para tomar el relevo.
Este capellán del ejército se ofreció para transportar a civiles entre este primer punto de exfiltración y la zona custodiada por las fuerzas ucranianas, a unos 2 km de allí.
El trayecto se hace bosque a través, entre las bombas. Al final, hay un aparcamiento donde esperan ambulancias, psicólogos y los servicios de primeros auxilios.
"No siento ni miedo ni pánico", explica el capellán-conductor, que avanza a 100 km/h por la carretera, en busca de un nuevo grupo.
"Necesitan ayuda, si no lo hacemos nosotros ¿quién va a hacerlo? Esto es una cuestión de vida o muerte, cuantos más podamos salvarnos, mejor", dice.
"¡Los niños primero!", grita ante el grupo de 30 evacuados que lo estaba esperando pero que hacen fila en calma, como si estuvieran en una oficina de Correos.
"Venga, pequeño héroe", le dice a un crío que salió de casa con una espada de plástico en la mano, dándole una barrita de chocolate. Guarda unas cuantas en su parka para dárselas a los niños.
Antes de montar en la camioneta, la pequeña Ania, que no tendrá más de cinco años, tiene que separarse de su padre, que ha de buscar al resto de la familia. "¡Papushka (...), quédate aquí!", le suplica, agarrada a su madre.
De fondo, se oyen unos silbidos amenazadores.
- "¡Traigan los autocares!" -
La explosión causa escalofríos. "Un 'bum' seco somos nosotros, un silbido seguido de un bum seco es su artillería", disparada desde más lejos, explica Vasyl.
Pese a los disparos, aún esporádicos, los evacuados llegan por centenares y algunos en muy mal estado, como una anciana a la que traen seis soldados sobre de una alfombra.
"¡Traigan los autocares escolares!", ordena un policía a través de un walkie-talkie, al ver acercarse a la muchedumbre.
En unos minutos, llegan los autobuses amarillos junto con el alcalde de Irpin, Oleksander Markushyn, que organiza como puede este "corredor humanitario" oficioso, no coordinado de momento con las fuerzas rusas.
"Aquí nadie ha hablado de 'corredor verde', creo que porque Irpin está en plena batalla y no tiene intención de rendirse", explica el joven edil, que va saltando de autobús en autobús con una kalashnikov y un casco de protección en la cabeza, intentando tranquilizar a la población.
Ya son 10.000 las personas que abandonaron la localidad en los últimos diez días.
"Todavía quedan unos 10.000 por evacuar, probablemente en dos o tres días", considera el alcalde. "Muchos se niegan a irse", añade.
F. Dumont--BTZ