Soldados ucranianos heridos recuerdan sus combates desde un hospital de Kiev
¿El soldado Oleksiy salvará su pierna? Un médico examina al joven ucraniano, herido en los ataques rusos, que avanzan al norte de Kiev, donde fue trasladado el viernes a un hospital.
"¿Notas tu pierna izquierda?", le pregunta el doctor. "Sí", responde Oleksiy, bajo un respirador, "pero no puedo doblar mi rodilla derecha".
Llegó procedente de Bucha, a unos 30 km de la capital, donde el ejército ruso ataca con fuerza las tropas ucranianas para intentar romper esta barrera que les impide entrar a Kiev por el noroeste.
El herido yace desnudo bajo una fina tela azul, que el médico levanta para examinarlo. El pie derecho está indemne, no como el izquierdo, envuelto por una gruesa venda ensangrentada.
El doctor palpa la pierna, recubierta de un gran tatuaje negro. Cuando llega a la altura de las nalgas, el herido se retuerce de dolor. "Tranquilo, tranquilo", le dice.
El doctor Oleksandr Shcherbyna, el director del hospital, se preocupa por su herida en la pierna izquierda. "Saldrá de esta", comenta, "intentaremos evitar la amputación".
Situado en el norte de Kiev, este hospital es uno de los centros públicos más cercanos del frente de Bucha, desde donde se oyen los estruendos de las explosiones.
- "Nos inundaron de disparos de mortero" -
En otra habitación, se encuentran cuatro soldados ucranianos más, también heridos en Bucha.
"Estábamos de reconocimiento" y "caímos ante una columna enemiga que había avanzado sin que la viéramos", explica el soldado Motyka, de 29 años.
"Combatimos y matamos a soldados a pie, pero nos inundaron de disparos de mortero", recuerda. Machacado, el batallón ucraniano tuvo que retirarse. "Nos rodeaban", se justificó Motyka.
"Varios de nuestros hombres murieron, entre ellos un comandante de mi unidad, que nos cubrió" y se sacrificó, agregó.
Él fue alcanzado en el costado derecho. Su camarada, el soldado Kravshenko, de 25 años, en la espalda.
Hasta ahora, Ucrania no ha dado ninguna indicación sobre sus pérdidas en los rangos militares, y ha señalado 350 civiles muertos. Rusia, por su parte, afirmó el miércoles haber perdido a 498 soldados en la ofensiva.
Los jóvenes Motyka y Kravshenko, de ojos azules y cuerpo atlético, tienen tatuajes --calaveras y signos ultranacionalistas-- que muestran su pertenencia al controvertido batallón Azov.
- "Ni racistas ni nazis" -
Este regimiento, formado en 2014 por voluntarios ucranianos y extranjeros para luchar junto al ejército regular contra los separatistas prorrusos en el este del país, es conocido por su combate feroz.
Integrado oficialmente desde entonces a las fuerzas gubernamentales ucranianas, está acusado por oenegés y expertos occidentales de abusos graves --detenciones arbitrarias, ejecuciones sumarias y torturas, y de tener en sus rangos a combatientes neonazis.
Una reputación que el soldado Kravshenko niega totalmente.
"¡No tengan miedo de nosotros, no nos satanicen! ¡No somos ni racistas ni nazis! El batallón Azov reúne a gente diferente, de países diferentes, y amamos a nuestros aliados" occidentales, clama.
Cuando estén recuperados, "en algunas semanas" como máximo, Motyka et Kravshenko volverán al combate. "Nuestra moral está en lo más alto", dice el primero.
En el pasillo, el doctor Shcherbyna asegura que hacen frente al flujo de heridos. "Con el toque de queda", dice, "tenemos muchos menos pacientes civiles, tenemos sólo estos casos urgentes".
¿Y después? El director del hospital traga saliva. "Después, no sé lo que pasará", dice triste, mientras siguen oyéndose las explosiones en el frente de Bucha.
D. Wassiljew--BTZ