La angustia por la guerra en Guissona, la pequeña Ucrania española
En el calendario que cuelga en el locutorio de Mykola, los días desde el 24 de febrero están marcados en negro. A 3.200 km por carretera de Kiev, la guerra ha congelado el tiempo también en Guissona, una pequeña localidad española donde uno de cada siete habitantes son ucranianos.
Pero en este comercio que hasta hace unos días se dedicaba a las llamadas y las fotocopias no se puede bajar el ritmo. Con las cabinas cerradas y el frigorífico arrinconado, el suelo está cubierto ahora de cajas llenas de donaciones que partirán en camión hacia Polonia desde este pueblo situado en el corazón de Cataluña (noreste).
Como para millones de ucranianos, las prioridades de Mykola Grynkiv han cambiado mucho en una semana.
"Ahora el negocio no funciona. Yo pierdo ahora en el negocio, pero no quiero que pierda mi país", asegura este hombre corpulento de 48 años, que hace más de 20 llegó a Guissona desde el oeste de Ucrania.
"Si yo pierdo y mi país gana, no pasa nada. Yo me recuperaré algún día", afirma en uno de los pocos momentos en los que no le suena el teléfono.
Entre la decena de voluntarios que llenan las cajas de medicinas, ropa, mantas o artículos de higiene femenina, está Sofia Shchetbiy. Cuando supo del inicio de la guerra, esta joven dermatóloga decidió salir rápidamente de Ivano-Frankivsk, también en la zona occidental del país, y volver a Guissona, donde pasó parte de su infancia y aún viven sus padres.
"Mi tío me dijo que nos fuéramos a Polonia, que ayudaría más allí, porque no sabía qué hacer en Ucrania, tenía mucho miedo", explica esta joven de 24 años.
- 'Ha empezado la guerra' -
De los 7.200 habitantes de Guissona, 1.053 son ucranianos, la segunda comunidad extranjera más numerosa en este pueblo a 115 km de Barcelona, sede del potente grupo agroalimentario BonArea.
La expansión de esta compañía, que empezó a captar mano de obra extranjera en los años 90, transformó también a Guissona, donde conviven ahora 43 nacionalidades.
Los carteles contra la guerra y las banderas azules y amarillas que cuelgan de muchos balcones, también del Ayuntamiento, recuerdan a la comunidad ucraniana el apoyo de sus vecinos, como agradece Natalia Tvardovska, quien desde hace una semana apenas se separa del celular.
En Guissona desde 2006, esta camarera de 40 años y enormes ojos cansados no tardó en enterarse de que Rusia había invadido su país.
"Me llamó mi tía desde Jersón, y me dijo: 'Ya ha empezado la guerra'", rememora sobre la angustiosa madrugada del 24 de febrero.
Desde entonces apenas consigue dormir. A su marido, de vuelta unos días a su ciudad en el oeste de Ucrania tras la muerte de un familiar, la guerra le ha dejado atrapado, ya que los hombres de entre 18 y 60 años no pueden salir del país.
"Espero que todo se termine rápido porque no sé qué esperar. No sé cuándo llegará aquí", cuenta preocupada.
Tampoco se despega de las noticias Leonid Komirenko, que teme que el ejército ruso entre en cualquier momento a la sureña Odesa, la ciudad que dejó hace 13 años para trabajar en el matadero de Guissona.
"Los primeros dos días estaba muy nervioso, y pensaba si volver a Ucrania para ayudar o qué hacer, pero mi mujer lloraba y me decía: 'cuando tú mueras en esta guerra, me quedo yo sola'", cuenta este operario de 41 años, que aún no ha tomado una decisión definitiva.
"Si se pone más difícil para Ucrania, pienso volver", cuenta determinado.
- 12,5 toneladas -
En el Ayuntamiento únicamente conocen el caso de un vecino que ha vuelto a Ucrania para combatir, mientras que varias personas sí han viajado hasta Polonia para recoger a familiares. De momento, ya hay 13 refugiados en Guissona y las autoridades locales están en trámites para acoger a unos cien.
"Los ucranianos, que fueron los primeros que llegaron, nos han ayudado mucho a crecer como pueblo", recuerda el alcalde Jaume Ars. "Guissona ahora es Ucrania y Ucrania en su momento fue Guissona", agrega.
Tras horas de gestiones contrarreloj para conseguir los permisos, el camión cargado con 12,5 toneladas de ayuda humanitaria está listo para salir hacia Polonia.
Junto a la cabina, Mykola y el alcalde se despiden del conductor que debe llegar en tres días a Pruszków, cerca de Varsovia, donde recibirán el material las organizaciones encargadas de repartirlo entre los miles de refugiados que están llegando a Polonia.
Mientras, en Guissona ya trabajan para el próximo envío.
N. Nilsson--BTZ