Járkov, "como en una película de guerra", bajo las bombas rusas
Escombros, sirenas, temor a las bombas... Olena Ostapchenko, habitante de Járkov, segunda ciudad más importante de Ucrania atacada permanentemente por las fuerzas de invasión rusas, tiene la impresión de estar viviendo en medio de una película sobre la Segunda Guerra Mundial.
"Esto se parece mucho a aquella guerra que conocíamos a través de los libros y filmes", muy difundidos en la disuelta URSS, que Ucrania integraba, señala a la AFP esta editora de un sitio de noticias online.
Su ciudad, que en tiempos normales cuenta con 1,4 millones de habitantes, y está ubicada a unos 40 km de la frontera ucraniano-rusa, se encuentra en la primera línea de la invasión lanzada ya hace una semana por Vladimir Putin.
Desde el primer día de la ofensiva, las bombas y los misiles han caído casi diariamente, provocando decenas de muertos y destruyendo edificios administrativos y residenciales, como ocurriera durante la década de 1940.
Olena aún no puede creer la "ingenuidad" imperante que, explica, precedió al ataque ruso. "Pensábamos que en pleno siglo XXI los rusos no nos iban a bombardear", afirmó.
Una semana tras el inicio de la invasión, permanece en su apartamento del 16º piso de una torre residencial, en pleno centro de Járkov, y cree que "tiene suerte". "En casa, los cristales de las ventanas aún no han sido rotos", destaca.
Junto a su hijo, actor de 25 años, la compañera de éste y sus dos gatos, "viven entre el pasillo y el baño", al considerar más seguro quedarse allí que salir a buscar un refugio subterráneo.
Salir a la calle puede resultar fatal: varios civiles han muerto en Ucrania cuando intentaban dejar sus hogares para comprar alimentos.
"Hoy, que está bastante calmo, la vida se dinamiza un poco" más, pero "cuando sobrevuela un avión, lo que retorna es un terror absoluto. Es como en los filmes de guerra de nuestra infancia", añade Ostapchenko.
Cuando las bombas rusas pulverizan el centro histórico --una catedral ortodoxa del siglo XVIII quedó muy dañada el miércoles-- para mí "es como si me cortasen en trozos".
- Quedarse pese a las bombas -
Antes del comienzo de los bombardeos, Olena planeaba "quedarse en la ciudad, fuera ocupada o no, para protegerla". Pero, "contra las bombas y los misiles no puedo hacer nada", reconoce.
Dos días atrás estaba dispuesta a irse, pero su hijo, voluntario en un hospital, se negó a seguirla. Por lo tanto, Olena optó por quedarse. Sola, "me volvería loca. Aquí, por lo menos puedo" convencerlo de que trate de arriesgar menos su vida, explica.
Su ciudad, otrora trepidante, capital de la Ucrania soviética durante un breve lapso, ahora se encuentra irreconocible: los transportes públicos no funcionan y las pocas personas que salen a las calles caminan o montan en bicicleta.
El metro de Járkov, al igual que el de la capital Kiev, se ha convertido en un inmenso refugio antiaéreo. A veces sufren cortes de electricidad, agua potable o calefacción.
Los supermercados abren apenas unas pocas horas por la mañana y tampoco es posible encontrar mucho en las góndolas: algunas galletas, cereales (...) Y, a veces, con suerte, hasta puedes encontrar carne", señala Ostapchenko.
- Mascotas -
Algunos se inquietan por sus mascotas. Olena cuenta con una solución para sus gatos: llama a una pequeña tienda de animales cercana a su casa y el vendedor le alcanza lo que necesite.
Lo que la ayuda a resistir esta situación es su trabajo como editora de un sitio online, inclusive aunque no sabe si le pagarán, ni cuándo. "Me ayuda a calmarme, recuperarme un poco (...) Hasta que aparezca un nuevo avión", indica.
Aunque se esperan nuevas negociaciones entre Ucrania y Rusia este jueves, Olena Ostapchenko realmente no confía en ello.
"No sé en qué podemos depositar nuestra esperanza", aparte de en un eventual derrocamiento de Vladimir Putin, quien ordenó la invasión, prosigue la ucraniana. Para ella, "los otros dirigentes rusos no tienen el mismo grado de locura" que él.
O. Larsen--BTZ