El coste escondido de 20 años de sanciones económicas contra Zimbabue
En su fábrica en Harare que funciona al ralentí, Callisto Jokonya recuerda los tiempos gloriosos en que producían 20.000 heladeras al año. Ahora, las malas hierbas crecen donde antes había 350 trabajadores: "Aquí tienen el resultado de las sanciones", dice a la AFP.
Hace 20 años que Zimbabue se encuentra bajo sanciones estadounidenses y europeas impuestas por la violenta represión de los opositores al régimen de Robert Mugabe en las elecciones presidenciales de 2002. Un centenar de personas y entidades jurídicas no pueden entrar a estos países y sus activos están congelados.
Las medidas contra algunas personas terminaron levantándose, pero todavía sigue en vigor una suspensión de ayuda presupuestaria del Fondo Monetario Internacional (FMI). Hace dos meses, esta institución reiteró su negativa a respaldar al país debido a una deuda insostenible.
Esta nación surafricana acumula obligaciones por 9.300 millones de euros (10.600 millones de dólares), de los que casi dos tercios ya debería haber devuelto.
Según algunos empresarios y políticos, las sanciones provocan un círculo vicioso de pobreza en un país hundido en una grave crisis económica desde principios de los 2000. Falta de todo: gasolina, atención sanitaria, comida..., y los disturbios son frecuentes.
El presidente Emmerson Mnangagwa reclamó varias veces el levantamiento de las sanciones que, según él, les impiden alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible.
El actual dirigente sucedió al autoritario Robert Mugabe a finales de 2017 tras un golpe del ejército. Pese a sus promesas de apertura, el nuevo régimen todavía es acusado de reprimir a la disidencia.
- Subastas de dólares -
A finales de la década de 1990, la fábrica de Callisto Jokonya funcionaba a toda máquina y soñaba con expandirse. Solo necesitaba un préstamo, en dólares estadounidense, dado que la mayoría de equipamientos requeridos eran de importación.
Pero fue imposible. El país durante largo tiempo prohibió el uso de divisas extranjeras para sostener la moneda local, hundida por una inflación galopante.
Para gestionar las reservas de cambio limitadas, el banco central organiza subastas semanales de dólares estadounidenses. Se colocan en función de las demandas que se consideren más urgentes.
"Te dan (dólares), pero no es suficiente", lamenta el empresario, que ha visto la plantilla de su fábrica reducirse de 350 a 50 personas y la producción hundirse de 20.000 unidades anuales a apenas 1.000.
Las sanciones estadounidenses prohíben a los bancos prestar dinero a Zimbabue. Según un experto de la ONU enviado en noviembre, 87 entidades financieras dejaron de trabajar con el país debido a las sanciones.
"Sin capital no hay empleo. Y ningún inversor se aventura en un país bajo sanciones", explica el economista zimbabuense Gift Mugano.
Los más ricos aprovechan viajes a Asia y Oriente Medio para realizar sus operaciones financieras, esquivando así las sanciones, explica el politólogo Eldred Masunungure, de la Universidad de Zimbabue.
En los últimos años, sus pedidos para levantar sanciones recibieron apoyo de sus vecinos africanos, como Sudáfrica. Pero en Estados Unidos, estas medidas se han convertido en ley, con lo que cualquier modificación requerirá un voto del Congreso.
El texto exige mejorar su balance en cuanto a respeto de derechos humanos y elecciones democráticas, pero también el pago de 8.000 millones de euros (9.120 millones de dólares) a propietarios blancos de tierras expropiadas durante las reformas agrarias de Mugabe.
El Producto Interior Bruto de Zimbabue a duras penas duplica esa cifra, situándose alrededor de los 15.000 millones de euros. Y hasta ahora, solo ha devuelto una parte mínima de 46 millones.
Según el portavoz de la diplomacia de Estados Unidos, Ned Price, "culpar a las sanciones estadounidenses de los problemas de Zimbabue no hace más que desviar la atención de cuestiones fundamentales sobre un mejor gobierno".
"Los males que sufre la economía zimbabuense, lo sabemos, están causados por dirigentes (...) que abusan del poder", argumentó.
O. Larsen--BTZ