Combates de toros lejos de los rascacielos de Dubái
Lejos de los rascacielos de Dubái y de las carreras de camellos en el desierto, la tradición de los combates de toros, costumbre poco conocida de los Emiratos Árabes Unidos y denunciada por las oenegés, se perpetúa desde hace décadas en Fujaira.
"Miren cómo luchan", exclama el comentarista en una pelea en la aldea de Al Qurayah (noreste). Cabeza contra cabeza, dos toros cargan, rodeados cada uno de tres o cuatro "asistentes", listos para intervenir tirando de una cuerda, atada al cuello o a una pata del animal.
El combate dura entre uno y dos minutos, pero otros duran más de una hora.
Cuando algunos toros se acercan peligrosamente al público, las personas abandonan apresuradamente sus sillas.
Unos 200 espectadores acudieron a la cita.
Los hombres están sentados alrededor de la arena, las mujeres en su mayoría se quedaron en los coches aparcados justo detrás y los niños se subieron a los techos de los 4X4 y de las Pick up.
Camiones cargados de ganado convergieron de toda la región. El silencio dio paso a los mugidos de una cincuentena de toros esparcidos alrededor de la arena, amplio terreno de tierra batida, atrapado entre montañas rocosas y las aguas del Golfo de Omán.
En una granja cercana, Issa explica la tradición mientras se enrolla una manga de su kandura -vestido tradicional usado por los hombres- y sumerge el brazo en una enorme olla, revolviendo una mezcla hervida de trigo, dátiles, hierbas y pescado, altamente nutritiva para los toros.
Con la ayuda de seis empleados, prepara una parte de los 17 animales de la granja para las peleas semanales entre bovinos, después de la gran oración musulmana del viernes. "Vamos a verlos, tomamos su temperatura y luego los alimentamos", explica.
- Tradición que se transmite de padre a hijo -
A diferencia de la tauromaquia, popular en países como España y México -donde los toros son generalmente abatidos por toreros-, en Fujaira dos bestias con cuernos se enfrentan con consecuencias mucho menos fatales.
Sin embargo, algunas oenegés critican estas luchas, como el Fondo Internacional para la Protección de los Animales. "La historia está marcada por malas tradiciones, por lo que no hay que continuarlas", declara a la AFP Elsayed Mohamed, director regional de la ONG.
Sin embargo, Issa y su familia desean conservar esta tradición y aseguran su continuidad apareando los toros con las vacas locales.
"Si vemos un toro que nos gusta, podemos comprarlo", precisa Khatam, tío de Issa. El precio oscila entre 1.140 y 1.700 dólares para un toro de unos meses, y aumenta para un adulto, subraya, recordando su "muy valiente Golden", adquirido por unos 10.780 dólares.
Los toros, que antes se importaban de Asia, especialmente de India y Pakistán, se utilizaban en la región para labores agrícolas, pero la llegada de las nuevas tecnologías hizo que su papel quedara obsoleto.
"Tuvimos la idea de organizar corridas de toros y hacer de ellas un entretenimiento, un momento de reunión. Es una tradición que se transmite de padre a hijo desde hace décadas", explica Issa, que afirma inculcarla a sus seis hijos. "El toro que gana es el que muestra más valor y no huye", explica.
Los propietarios no obtienen ningún premio, según él.
"Es una tradición antigua", popular desde Fujaira hasta los alrededores de Mascate, la capital del vecino sultanato de Omán, explica Mohamed Al Suraidi, otro espectador.
Pero la reputación de los combates en Fujaira va mucho más allá gracias a las redes sociales, asegura Issa, cuyos sobrinos transmiten los combates en directo en Instagram y TikTok.
P. Hansen--BTZ